Trasfondo

De Base de datos de World of Dread
Saltar a: navegación, buscar

Orden, Caos... una eterna lucha que nadie recuerda cuando comenzó, en ella, los 7 Dioses del Orden liderados por Deathfang luchaban incansablemente contra sus 7 antagónicos, los 7 Dioses del Caos liderados por Belthazor. A lo largo de la historia se ha sucedido la regencia sobre el mundo a manos de estos, unas veces a manos del Orden y su yugo opresor y otras veces a manos del Caos y su imparable destrucción. Mientras, los oponentes de los gobernantes yacen sellados en su propio plano tratando de encontrar la manera de derrocarlos y volver a asumir el poder de Sosaria. Es en la segunda era conocida, en la cual gobernaba el Orden, el Caos era objeto de persecución, y muerte era lo único que un leal a él podia hallar... cuando nace Tarod, fruto de una oscura noche de la cual el alcohol no permite recordar nada. De padre desconocido, es criado por su madre y repudiado por todo su pueblo debido a su condición de bastardo, hasta que un día, un violento huracán de luces frías y el escalofriante sonido del lamento de miles de almas atormentadas surge inesperadamente en el pueblo arrastrando con el al joven y lanzándolo a tierras desconocidas.

Completamente magullado y al borde de la muerte, el joven es recogido por una caravana que pasa por allí, la cual resulta ser un grupo de adeptos pertenecientes a una orden dedicada al estudio de la magia. Sin modo ni ilusión por volver a su pueblo, decide ingresar en la orden y vivir allí el resto de su vida. Ya desde joven demuestra una aptitud innata en el campo de la magia y pronto se hace adepto de máximo grado dentro de la academia, no obstante, si bien comparte una gran afición por la magia con sus compañeros, no pasa lo mismo con sus ideales, los cuales se decantan claramente por el Caos a pesar de estar estrictamente prohibido siquiera nombrarlo. Es en un arrebato de ira cuando pone en entredicho su lealtad al Orden, por lo cual es acusado de herejía y juzgado por el consejo superior de la orden, el cual le halla culpable y le sentencia a muerte. Llegado el día de la sentencia, encadenado y repudiado es llevado a la cámara de sacrificios, donde servirá como ejemplo para aquellos que no sigan al Orden y aplacar de este modo la ira de los dioses provocada por su rechazo hacia estos. Una vez allí, postrado en el altar, siente como la angustia le invade al ver que sus compañeros y amigos, van a matarle por unas simples creencias... la angustia se torna ira, la ira, deseo de venganza, las sensaciones se agitan en su interior como una tormenta antes de estallar, entonces, del fondo de su interior surge algo, no es un sentimiento, es algo diferente, algo que lleva dormido muchos años... ¡poder! Siente como fluye a través de sus venas, como fortalece sus músculos y despeja su mente, una orden... “Ejecútalo!” es en ese preciso instante cuando vuelve a ser consciente de la realidad y vuelven a invadirle los sentimientos... ira, odio, desesperación... siente como si su cuerpo no pudiese contenerlos, cierra lo ojos y estalla en un grito de desesperación.

Silencio, eso es todo lo que se escucha, un silencio absoluto que le agobia, ya no se escuchan los ensalmos, ni siquiera se escuchó el ruido de la espada al atravesar su corazón, abre los ojos esperando comprobar que esta muerto para contemplar asombrado que todo esta inmóvil, como petrificado, ni siquiera el fuego de las velas parece tener vida, de repente, algo se mueve en la esquina mas sombría de la sala y una silueta de color rojo sangre va tomando forma a medida que se acerca a la zona iluminada, un ser humanoide de tez rojiza se detiene frente a el, sus rasgos son angulosos y perfectos, como esculpidos y su mirada fría y calculadora denota una inteligencia mas allá de lo mortal.

“Saludos hermano” – dijo el extraño ser con tono familiar.

“¿Hermano?” – pregunto Tarod con voz incrédula, durante el sacrificio hubo un momento de total claridad pero ahora parecía como si su percepción estuviese nuevamente nublada por algo que no era capaz de distinguir.

“Vaya, parece que despertaste solo un instante al ver tu vida en peligro” – Diciendo esto, el extraño ser se acercó y puso su dedo índice contra la frente de Tarod, en ese mismo momento una sacudida volvió a recorrer su cerebro disipando todo tipo de dudas, una infinidad de recuerdos fruto de una eternidad volvieron a su mente, la cual, ya no poseía las limitaciones de un ser humano. Todas y cada una de las preguntas que lo martirizaron durante su “vida” ahora aparecían claras frente a él, nunca tubo un padre, de hecho ni siquiera era humano, simplemente fue un estudiado y meditado ardid por el cual poder atravesar el sello que encerraba a el y sus hermanos en su plano y acceder al mundo para así derrocar a sus odiados enemigos los dioses del Orden, recordaba claramente como se reencarno en el cuerpo de un bebe y borro su mente para no despertar ningún tipo de sospecha y finalmente el objetivo de su misión estaba al alcance de su mano aunque, ahora que había despertado sus poderes, debía darse prisa pues sus enemigos pronto se percatarían de su presencia.

Con todo su poder despierto y la firme resolución de liberar a sus hermanos, Tarod puso rumbo a la isla de Avatar, donde se encontraba la espada sagrada que mantenía sellado el portal al plano del caos. Una vez allí fue fácil encontrar la situación del templo dedicado al confinamiento de estos pues el centro de la isla emanaba un increíble poder mágico, pero al llegar allí se encontró con una sorpresa, un enorme dragón rojo custodiaba la entrada y si bien no era problema para el aniquilar al guardián, sabia que en cuanto terminase con su vida aparecerían los dioses del Orden, así que oculto en las sombras cruzó el umbral sin que el dragón se percatase de su presencia. Ágil y cuidadosamente realizó los preparativos para romper el sello, creó en el suelo una estrella de siete puntas, símbolo del Caos con su propia sangre y colocó la espada justo en el centro usando su poder para destruirla. Cuando se dio cuenta el guardián del templo de lo que estaba sucediendo era ya demasiado tarde, trató de alcanzar a Tarod pero a un solo movimiento de la mano del dios el dragón cayó fulminado a sus pies lo que provocó la aparición de Deathfang y sus hermanos en el lugar. Arrogantes y seguros de si mismo atacaron sólo para encontrarse con una copia exacta del caos de ellos mismos, pronto estalló una lucha sin cuartel en la cual la luz trataba de disipar la oscuridad del Caos y la oscuridad absorber la luz del Orden. Rayos mortales caían del cielo tan solo para ser absorbidos por la oscuridad y un fuego oscuro manaba del suelo para envolver los cuerpos llameantes. Uno a uno fueron sofocándose los brillantes cuerpos del Orden mientras el Caos se iba fundiendo en uno solo y atacando con mas fiereza, fue entonces, en el momento de asestar el golpe final y derrotar definitivamente al Orden, cuando un cúmulo de sentimientos y recuerdos invadió nuevamente a Tarod, recuerdos de su infancia, de la destrucción provocada a lo largo de los siglos en nombre de unas leyes, en nombre de unos dioses... un gran ruido le saco de sus pensamientos y percibió el dolor de la tierra provocado por la intensa lucha entre ambos bandos. La humanidad se apodero de el y en un intento desesperado de detener toda aquella locura trató desesperadamente de controlar las fuerzas desatadas del Caos liberadas ahora en toda su furia sobre el mundo, su mente trataba de asimilar y controlar todo ese poder animal, pero cuanto mas asimilaba mas se desataba, su humanidad sería su perdición pues sucumbiría ante tal poder, hasta que finalmente en un grito ahogado imploró al cielo. - ¡No puede ser, esto no puede seguir así, Belthazor hermano mío ayúdame! – Inmediatamente notó como aquél poder comenzó a disminuir, el huracán dejó de soplar, la tierra dejó de temblar, los mares dejaron de inundar la isla y el fuego cedió, aquella tormenta de elementos dejó paso a una calma total a la espera de una explicación.

-¿Que ocurre hermano?, tenemos a nuestros enemigos sumidos en la derrota, tan solo tenemos que darles el golpe de gracia – dijo Belthazor mirando la figura llameante ahora prácticamente apagada que era todo lo que quedaba del Orden.

- He caminado el sendero de los hombres y he aprendido a vivir bajo las normas del Orden, he visto las aberraciones cometidas en nombre de la justicia y, tu mismo has podido comprobar lo que sucedió a nuestros enemigos despues de tanto tiempo sin oposición, se acomodaron perdiendo poder y perspectiva, a fin de cuentas... todo necesita un equilibrio, ¿qué es el Orden sin Caos y viceversa, que nos espera si nada se opone a nuestros caminos? Nos quedaremos estancados como les pasó a nuestros enemigos...

- Hablas sabiamente hermano, quizá sea hora de que, después de tanto tiempo, sean las criaturas de Sosaria las que decidan como hacer su destino, ahora vuelve a casa con nosotros y disfrutemos de la merecida victoria.

Dicho esto, la oscuridad dio paso a la tenue luz matutina en el antiguo altar de los dioses del Orden, recuerdo ahora de la tremenda batalla que dio paso a una era de libertad pura.


Una imagen se materializó de nuevo en la mente de Tarod, aquellos verdes bosques y amplios mares, y una serie de sensaciones y sentimientos lo envolvió, sentimientos humanos que una vez sintió y no olvidaría jamás, pero eso no era suficiente, el recuerdo no era suficiente, quería volver a sentir como un día lo hizo, a aprender como un día lo hizo y a luchar por lo que su corazón le dictaba, decidido se comunicó telepáticamente con sus hermanos para una ultima despedida, volvería al mundo y viviría una vida más como mortal, la cual le diese aquella perspectiva de equilibrio y ayudase a los humanos a encontrar su equilibrio.